Aunque pareciera que en este momento muchas empresas y marcas se están hundiendo, en realidad, como siempre, la “lectura correcta de la situación” y la resiliencia pueden permitirnos convertir lo negativo en positivo. Se trata de aprovechar la enorme oportunidad ante el hecho de que los consumidores están siendo cada vez más sensibles al compromiso social de las marcas.

Hoy en día, incluso en esta crisis, las personas no solo se conforman con un precio o una calidad determinadas, quieren saberlo todo: de dónde vienen la materia prima, o, incluso, cómo se han comportado las marcas con sus empleados durante la pandemia.

Algunas marcas, en su publicidad y en la sección de “valores” de sus webs nos cuentan lo maravillosas que son. Por ejemplo, hablan de “igualdad de oportunidades” para hombres y mujeres, pero en su cúpula directiva solo hay hombres; otras, nos cuentan de diversidad, pintando arcoíris en los logotipos de sus redes sociales durante el mes de mayo, pero los empleados saben que es mejor no hablar de según que temas; algunas, se dicen amantes de las familias pero que a ningún padre reciente se le ocurra usar su derecho de baja por paternidad o que ninguna empleada salga corriendo 20 minutos antes de la hora porque su hijo tiene fiebre; las de más allá dicen que “verifican” con lupa que solo se utilicen recursos renovables, pero no analizan lo que hacen los proveedores de sus proveedores o vemos que utilizan envases de un solo uso en sus comedores de empleados…

Las marcas que dicen pero no hacen, son oportunistas y no consideran que los consumidores son responsables y congruentes, y al final, “todo se sabe”. Los consumidores son humanos y por eso se necesitan marcas coherentes y humanistas, éticas y valientes.

De hecho, en la Universidad de Stanford comienzan a fusionar dos conceptos “fuzzy” and “techie”, humanístico y tecnológico, para entender mejor el análisis del Big Data, y trabajar no solo en lo cuantitativo sino también en lo cualitativo. Porque ambos conceptos no son opuestos sino necesarios.

Así la congruencia entre lo que digo y lo que hago, es decisivo para la marca y no puede tener claroscuros. Es una opción ética que necesita ser valiente y nunca olvidar que somos humanos y que en última instancia, ni que se trate de un sector industrial o B2B, trabajamos para humanos.